jueves, 18 de agosto de 2016


80 años del asesinato de Federico García Lorca

Han pasado 80 años desde aquella fría, tenebrosa y desgraciada madrugada, en la que los asesinos siguiendo órdenes de otros asesinos de jerarquía superior, todos sin alma, vestidos de azul y negro fascistas, descargaron sus fusiles sobre los cuerpos inocentes de un maestro: Dióscoro Galindo, que educaba y enseñaba cultura y libertad a los niños de Granada; y dos banderilleros a quienes se les acusaba de ser anarquistas: Francisco Galadí y Joaquín Arcoyas.
El crimen fue en Granada. ¿Dónde? ¿Al pie del Peñón Colorado? ¿Junto a la carretera de Alfacar a Víznar? ¿Junto a un olivo de tres pies? ¿Cerca de un campo de fútbol, que lo fue de instrucción, al lado del cortijo Pepino, o de La Pepina? ¿En la curva de los Pozos a la derecha del acueducto? ¿En el entorno del molino de las Panaderas?
Con todo el respeto y la comprensión hacia los familiares de las personas desaparecidas (Se estima que cerca de 2.000 personas pudieron ser arrojadas y enterradas en el barranco de Víznar, tras ser vilmente asesinadas por las hordas fascistas)  ¿Qué más da, donde se hallen los restos de los cuerpos de los desafortunados? Nos queda su recuerdo, su digno nombre escrito sobre la historia de la ignominiosa guerra incivil, tras la insurrección de las tropas fascistas de Franco y compañía, contra el Gobierno legítimo y democrático de la Segunda República. Donde quiera que se hallen los restos mortales de todas esas personas, y en especial de Federico García Lorca, su recuerdo va grabado en la memoria individual y colectiva de los españoles. La vida y la obra de Federico García Lorca ha trascendido y hoy es el poeta español  más leído y conocido en el mundo.
"Entre Víznar y Alfacar/ mataron a un ruiseñor/ porque quería cantar".
Aquellos versos, casi premonitorios, escritos en la ciudad de los rascacielos entre 1929 y 1930:
 




"Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
no vieron enterrar a los muertos,
ni la feria de ceniza del que llora por la madrugada,
ni el corazón que tiembla arrinconado como un caballito de mar".
(De Intermedio, "Poeta en Nueva York").

Sirva como nuestro pequeño homenaje a todos los asesinados en la incruenta guerra y a uno de los poetas, dramaturgos y escritores más grandes del panorama mundial.
Ezequiel Martínez, Sevilla, España.

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