miércoles, 18 de febrero de 2015

PARQUE NATURAL DE LA SIERRA NORTE DE SEVILLA
Más de 177.000 Has, abarca el Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla, en la parte occidental de Sierra Morena. El espacio se extiende por los términos de Alanís, Almadén de la Plata, Cazalla de la Sierra, Constantina, El Pedroso, Guadalcanal, Las Navas de la Concepción, La Puebla de los Infantes, El Real de la Jara, y San Nicolás del Puerto.
Propuesta del paseante slow: Desde Sevilla por la A-66 hasta La Algaba, Alcalá del Río, Brenes, Villaverde del Río y Cantillana. De Cantillana se coge la carretera de la Sierra  hasta el Pedroso. De allí hacia Constantina. Se cruza el caserío de este pueblo blanco serrano con una arquitectura muy singular y presidido por el bien conservado Castillo. Salieno de Constantina en dirección a Cazalla, encontramos la carretera que va a San Nicolás del Puerto, la SE-7102, y a algo más de la mitad del camino a San Nicolás, encontramos el desvío al Cerro del Hierro. Pasamos cerca del poblado minero en el que hoy viven familias que heredaron las casas de los antiguos buscadores del hierro, y aparcamos en el lugar señalizado. Botas, bastones, sombrero, cámaras y agua en verano, y hacia el Cerro del Hierro.Las rocas aparecen karstificadas, El Cerro del Hierro es la zona principal de recarga del Acuífero Guadalcanal-San Nicolás. El paisaje kárstico con formaciones rocosas impresionantes de forma y colorido nos saludan al paso desde su logenvidad que se remonta a decenas de miles de años, o quizá millones...



Ante este paisaje telúrico, el ser humano se empequeñece. El silencio sólo es alterado por el repiqueteo del agua de la lluvia y por algún graznido de los grajos, o cuervos que reinan en el aire.
El agua ya nos ha acompañado. Por las oquedades que se elevan al cielo caen las gotas de lluvia que deslizando por las laderas rocosas buscan la sima que les conducirá al acuífero.
DEjamos el Cerro y nos dirigimos a San Nicolás del Puerto en busca del nacimiento del Río Huéznar.


Y lo hallamos. Y nos quedamos absortos mirando las surgencias que manan de un manantial oculto a la mirada de los hombres, pero que se adivina en el borbotear silencioso de la superficie de la fuente. Y allí vienen a la mente los versos de Jorge Manrique: Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar, que es el morir...
 Y luego en dirección a Cazalla para detenernos en el km 12, en el área recreativa del Martinete, que señala el sendero, los senderos que conducen hacia un sonido peculiar: el del agua al caer precipitadamente, alocadamente en forma de cascadas sobre el cauce del río cantarino.


Y dejamos aquel lugar que en febrero, con lluvias recientes, rezuma agua por todas partes. Y comimos en la Venta El Martinete, al calor del vino, de la carne de caza, de los revueltos de setas y del fuego de la chimenea que caldea el comedor serrano. Y con el cafelito puesto salimos hacia Cazalla de la Sierra, y paramos en la Cartuja, regentada hasta hace tres años por la abadesa Mari Carmen Ladrón de Guevara, pero desde hace ese tiempo en manos de una familia de Málaga que ha dejado en manos de un griego al que le encanta España, la regencia del lugar de reposo donde hoy se celebran bodas y fiestas en torno al refectorio silencioso de los cartujos. Carmen Ladrón de Guevara vive en una casa fuera del Monasterio y sigue regentando las habitaciones del alojamiento rural en el que otrora invitara a artistas para que a cambio del hospedaje dejarán algo de su obra, pintura, poesía, novela,  Y empujados por la tarde que iba clareando seguimos la carretera hacia el embalse del Pintado, y llegamos allí y con más de 85% de agua embalsada entre sus contornos ofrecía una estampa maravillosa llena de vida y de esperanza futura para saciar la sed de los hombres y de las bestias, y para colmar las ilusiones de los agricultores y de los guardianes de la dehesa, que ven en el agua su razón de seguir peleando por sentir la tierra suya.

  Y tras contemplar la vastedad y la grandeza horizontal del Embalse, decidimos coger por el camino más largo y más salvaje, por una carretera a la que le hace falta una manod e asfalto para reforzar los laterales mordisqueados por la lluvia, el viento y la dejadez de los recortes  presupuestarios de la Diputación de Sevilla. Y con el sol en contra molestando al conducir, pero alumbrando las horas de la tarde que languidecía nos dejamos ir por esa carretera que en domingo, aquel domingo de febrero, era poco transitada. Y llegamos al puerto del Quejigo para admirar el monumento al lobo que rondaba por estos lugares acechando a las majadas. Y el aullido feroz y lúgubre erizaba en las noches de hielo y nieve, los pelos de los grandes y los chicos, y el sonido amenazador llegaba hasta la sierra Padrona que desafiaba desde lo más alto al caminante que había posado llegar hasta allí. Algún relincho lejano, balar de ovejas desde el interior e la dehesa, y algún ladrido de perro de aguas o de mastín para proteger al ganado de ataques nocturnos. Desde el Real de la Jara salimos  hacia la A-66 que une Mérida con Sevilla en la moderna ruta de la Plata que llegaba desde Hispalis hasta la cornisa cantábrica. Y colorín colorado, espero que el Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla, en parte, lo hayan disfrutado.

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