domingo, 1 de febrero de 2015

lavandera común LLegaste en las primeras calendas de noviembre. Ya reconocía el lugar, ese jardín que en tu memoria de pájaro recordaba quizá del año anterior. Anuncias la llegada del frío. Hoy, tras dejar atrás el frío enero has iniciado el mes de febrero en el que esperas que siga el frío, que a ti te conviene. Buscas el agua de la alberca. Te dejas caer y bebes con tu pico. Y por ahí cerca anda tu pareja algo más reservada. El píleo (parte más alta de la cabeza) negro, contrasta con la larga frente blanca; las alas negras, con los extremos blancos de las cobertoras medianas, y márgenes blancos en grandes cobertoras y terciarias; y esa cola negra y larga, con los bordes blancos. Andas, corres y meneas la cabeza, como asintiendo que estás bien. Tu canto es trino alegre, tu reclamo un tchidsdsik vivaracho; y si hay alarma un tchic agudo. Habitas cerca de cultivos, terrenos abiertos, jardínes abiertos y cerca del agua, que te atrae y te ayuda a calmar la sed. No eres muy asustadiza. Vienes desde muy lejos, desde Asia Central, cruzas Europa de sur hacia el norte, por Alemania, Dinamarca, luego bordeas por el norte las Islas británicas y desde allí atraviesas el Océano Atlántico hasta llegar al Suroeste penínsular, disfrutas de la costa del Algarveportugués, y sigues tu marcha hacia el suroeste, hasta llegar de nuevo a tu casa, en mi jardín, donde he vuelto a verte llegar en noviembre, y esta tarde me he recreado con tus alegres paseíllos en torno a la alberca y al jardín que has hecho tuyos, amiga lavandera, y donde sabes que cada año, eres bienvenida.

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