domingo, 18 de septiembre de 2016

BOLONIA, CÁDIZ, BELLEZA Y TRAGEDIA
Al Sur, al Suroeste de España frente a las costas de Marruecos y del continente africano, hay unas playas de ensueño, que sólo quitan el sueño de los mortales, cuando en veranos como éste el viento de Levante ha dicho aquí estoy yo dispuesto a molestaros en vuestras merecidas vacaciones. A pesar del Levante, la belleza de estas costas es impresionante. Desde Conil siguiendo la línea costera la extensión de largas playas de arena dorada, cortadas por abruptos acantilados, o costas rocosas, es constante, hasta llegar a Tarifa desde donde se saluda a la costa marroquí a unos 14 kms de distancia. Recomendamos un paseo desde la ensenada de Bolonia hasta más allá de la zona conocida como de las piscinas, por la formación de piscinas naturales cuando sube la marea. Desde la ensenada a la vera de las ruinas de Baelo Claudia se observa la espectacular duna. Esta formación natural se ha convertido en una lengua de arena sinuosa que forma a su vez otras pequeñas dunas que trepan  hasta las copas de los pinos costeros y cubren el verdor de las ramas con la arena dorada. La arena se desplaza hacia lo alto, animada por el viento de Levante sigue su imparable avance desde hace decenios, centenares y quizá miles de años, pues ya los romanos y los nativos que trabajaban en la almadraba de Baelo Claudia debieron admirar la duna.
Desde el lentiscar por la playa hacia el sur, las playas inmensas dan paso a formaciones rocosas,  pequeños arrecifes y rocas que se alzan frente al mar que las bate de día y de noche. Algunos hippies se instalaron en esa zona un tanto apartada y con piedras construyeron murallitas redondas para protegerse del viento, donde habitaron y habitan todavía algunos amantes de la naturaleza y del desnudismo. Una maravilla de paseo donde también quedan restos de pateras y embarcaciones que han servido para dar muchas alegrías a centenares de africanos que se han jugado la vida en cruzar clandestinamente las aguas del Estrecho de Gibraltar. Pero estos restos de embarcaciones que muestran sus costillas de madera deshechas ante el océano, también han sumido en la tragedia a muchas personas que soñaban con alcanzar la costa de la libertad y vieron truncado su sueño por la guadaña de la muerte que los sepultó en el mar sobre el que navegaban apiñados en una cáscara de nuez, pero esperanzados de llegar con vida a la costa española. Al ver estos despojos de la emigración forzada no pude dejar de pensar en todas esas almas soñadoras que murieron cuando avistaban esperanzadas las costas ansiadas de la libertad.
Fotografías tomadas con una Canon EOS600D. Objetivo 18-55mm













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