martes, 6 de enero de 2015

Y llegaron los Reyes...

 

Y se cumplieron algunos de los deseos de los peques y mayores. Y hoy vemos disfrutar a los más chicos, que gozan con las complacencias de la ilusión. Y es hermoso verles sonreír, admirarse, sorprenderse, sin hacerse preguntas capciosas que les lleven a averiguar la verdad. Hoy en muchos hogares, o quizá mañana se desmantele el belén, se retiren todos los envoltorios, y mañana, ya saben los empleados del servicio municipal de recogida de basuras que es uno de los días peores del año para ellos, pero eso son gages del oficio. Mañana abriremos de par en par las ventanas al nuevo año y nos dispondremos para enfrentarnos a los dilemas y problemas que nos planteé. Estos días mucha gente se sorprendía de ver a muchísima más gente gastar en comercios, bares, restaurantes, muchos sitios empetaos, y el comentario era: ¡Y dicen que hay crisis! ¡Yo no me lo creo!. Desgraciadamente la crisis está hay. Vemos a la parte de la sociedad que es mucha seguir prácticamente igual, pero no vemos a los invisibles que o llenan las calles sin gastar un euro, o no salen del barrio más allá de lo necesario, para no gastar. Y el drama está en muchos hogares en los que esta cuesta de enero va a ser peor que la subida de los cientos de escalones a la pirámide del Sol en Tenochtichlán, cerca del D.F.Y. Quizá lo peor esté pasando, como dicen los discursos triunfalistas del gobierno del PP, (Rajoy, Cospedal, Montoro, y los demás dirigentes que lo ven todo de color de rosa). Nos alegramos por el descenso del paro en diciembre, pero si somos realistas, sabemos que eso es agua de borrajas, hay que seguir animando al sector empresarial para que invierta en nuestro país, no fuera, y a las administraciones Centrales, autonómicas, provinciales (mientras sigan existiendo) y municipales que empleen dinero público para generar empleo y que las Oficinas del INEM sirvan `para lo que fueron creadas, y no sean consultorios psicológicos y oficinas de servicios sociales que recogen las demandas, las quejas, las angustias y las peticiones de los parados y de los demandantes de empleo, sin ninguna solución que ofrecerles. Parados, desempleados, gente con 45, 50,55 años, aparcados en el arcén de la actividad laboral, familias que se arriman al calor de la paga del abuelo o abuela jubilados, y de ese maná recortado viven abuelos, padres y nietos; gente que ha recibido el anuncio de desahucio y está en un sin vivir; gente que pide en las calles, gente mayor, pero también gente de 40 y de 30 años. Y los Reyes Magos que se van para Oriente a ver si consiguen pacificar esa inmensa región regada por el Eufrates y el Tigris, que llega hasta Turquía y que más cerca, es bañada por el Mediterráneo, en la que la palabra paz, carece de sentido, pues estamos acostumbrados a oír solamente voces de guerra, de odio, ruidos de conflicto, bombazos, atentados, y los pobres individuos que por razones religiosas y sobre todo de supervivencia económica, que dicen defender no se qué, en nombre de no sé que dioses o profetas ponen todo su empeño para llevar a cabo su delirante proyecto socioreligioso, no dudan en barrer de la faz de la tierra a todo aquel que no piense como ellos, llevando el exterminio a barrios, ciudades, tribus, pueblos, etnias, culturas, otras religiones, en una espiral loca de violencia criminal que nos recuerda a las actuaciones del Gobierno de Hitler, cuyo fantasma resucita de nuevo al ver estas atrocidades. Cuando en el siglo XXI deberíamos avanzar hacia una Comunidad internacional más global, como demuestran por otra parte, centenares de países que abrazan la causa común de la paz,  más beneficiosa para todos los seres humanos, más estabilizadora, la que ofrece más garantías para el individuo, la familia, las etnias, las tribus, los pueblos, independientemente de su cultura, religión, color de la piel, cuando la inmensa mayoría del planeta aboga por esto y lo aplaude; una minoría liderada por grupos de cerebros en los que se ha inoculado como un virus, la semilla del odio, de la venganza, de la destrucción, y los genes del asesino, mucha veces a sueldo, sean mercenarios o no, trabajan para destruir la vida. La vida no sólo de personas, la vida cultural, social, religiosa, la vida de los niños, de las mujeres, de los ancianos, de los jóvenes, la vida de los animales y las plantas que son destruidos en su alocada carrera hacia el infierno, del que nadie regresa. Estos conflictos en Oriente próximo, medio y a veces lejano, nos retrotraen a las época de las cavernas. Según parece, al ver estas manifestaciones del ser humano en el siglo XXI, uno siente tristeza de lo poco que han servido las distintas civilizaciones, y las revoluciones desde la época de los neardentales, y del período del homo sapiens, que se transforma como vemos en "homo destructor", volviendo a la edad de piedra. Y me solidarizo y siento y comparto los ideales de paz y de convivencia de centenares de millones de árabes y musulmanes que trabajan por un mundo más humanizado en el que las tiranías, y los radicalismos extremos se evaporen de la faz de esta bendita tierra, y de esta época sin igual, irrepetible y maravillosa que estamos teniendo la oportunidad de disfrutar. Feliz año a las mujeres y a los hombres de buena voluntad repartidos por los cinco continentes y los infinitos archipiélagos e islas de Gaia. Y que la paz y la salud sean con vosotros.

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