La
belleza del paisaje blanco de la Marisma.- 17 noviembre 2019
¿Qué
es la belleza del paisaje, sino una cierta fertilidad en mí? (Henry
David Thoreau)
Tras
la lluvia nocturna y de primera hora, la niebla reinaba sobre el
Guadalquivir y sus dominios que se extendían marisma adentro.
Aquella mañana dominical lucia blanca, una blancura que confundía
el agua de la marisma con la de los caños por donde transita el agua
que alimentará a las semillas del arroz, antaño echadas por manos
jornaleras, hoy caídas del cielo como lluvia dorada que se
distribuye por los arrozales desde la avioneta. Poblado de Alfonso
XIII, rodeado de arrozales, de agua, o de barro, tras el desfangado.
Hacia Isla Mayor, antigua Villafranco del Guadalquivir, las
edificaciones blancas levantadas por los valencianos que como Julián
Borja, y otros muchos llegaron del Levante, se yerguen sobre la
horizontalidad blanca y acuosa. Si Venecia se hunde sobre las aguas
que suben de nivel, Isla Mayor de levanta sobre la inmensa laguna que
la rodea, donde reina el silencio solo roto por algún motor de
vehículo, o por el graznido o el canto libertario de cuervos,
grullas, cercetas, y el tableteo de los picos de las cigüeñas que
por decenas y centenares ocupan la marisma, crotoreando. Una cigüeña
negra levanta el vuelo, otra y otra. Un elanio azul deja la catenaria
del tendido eléctrico y nos deleita con su elegante vuelo. Una
grulla se eleva pesada y bate con destreza las alas admirandonos con
su vuelo hermoso. Un ratonero salta de lo alto de un poste a nuestro
paso. Las nubes son negras, amenazantes de lluvia, a veces con
roturas por donde penetra el azul del cielo con tibieza. Vamos por
una pista de tierra con socavones hacia el observatorio y centro de
visitantes "José Antonio Valverde" que lleva el nombre de
uno de los padres de Doñana "Tono" para los amigos. Doñana
se nos nuestra blanca, limpia, con un horizonte inabarcable, bajo las
nubes sombrías que prometen agua. Gaviotas, cigüeñas, otro elanio
azul, una bandada de grullas nos deleita ya, al otro lado del cristal
del centro de visitantes. Al fondo con los prismáticos vemos decenas
de ansares. Unos cuantos vuelan. Espátulas, flamencos se divisan, y
patos reales, y las majestuosas grullas reales. Doñana nos nuestra
en plenitud parte de la rica biodiversidad que tiene. Volvemos por
otra pista mejor, hacia Villamanrique. Y seguimos avisando pájaros
que se levantan del suelo para acompañarnos un rato con sus
magníficas acrobacias aéreas. Que gozada, la de esta mañana blanca
en Doñana! Luego acabamos en una de esas ventas que se concentran
cerca del cruce de la Dehesa de Abajo y la carretera hacia
Aznalcazar, donde sirven unos arroces con pato, y con perdiz, que
harían las delicias de Sancho, y que lo hicieron con nosotros,
después del disfrute emocional por los arrozales y por las Marismas
de Doñana.