lunes, 18 de noviembre de 2019




La belleza del paisaje blanco de la Marisma.- 17 noviembre 2019

¿Qué es la belleza del paisaje, sino una cierta fertilidad en mí? (Henry David Thoreau)

Tras la lluvia nocturna y de primera hora, la niebla reinaba sobre el Guadalquivir y sus dominios que se extendían marisma adentro. Aquella mañana dominical lucia blanca, una blancura que confundía el agua de la marisma con la de los caños por donde transita el agua que alimentará a las semillas del arroz, antaño echadas por manos jornaleras, hoy caídas del cielo como lluvia dorada que se distribuye por los arrozales desde la avioneta. Poblado de Alfonso XIII, rodeado de arrozales, de agua, o de barro, tras el desfangado. Hacia Isla Mayor, antigua Villafranco del Guadalquivir, las edificaciones blancas levantadas por los valencianos que como Julián Borja, y otros muchos llegaron del Levante, se yerguen sobre la horizontalidad blanca y acuosa. Si Venecia se hunde sobre las aguas que suben de nivel, Isla Mayor de levanta sobre la inmensa laguna que la rodea, donde reina el silencio solo roto por algún motor de vehículo, o por el graznido o el canto libertario de cuervos, grullas, cercetas, y el tableteo de los picos de las cigüeñas que por decenas y centenares ocupan la marisma, crotoreando. Una cigüeña negra levanta el vuelo, otra y otra. Un elanio azul deja la catenaria del tendido eléctrico y nos deleita con su elegante vuelo. Una grulla se eleva pesada y bate con destreza las alas admirandonos con su vuelo hermoso. Un ratonero salta de lo alto de un poste a nuestro paso. Las nubes son negras, amenazantes de lluvia, a veces con roturas por donde penetra el azul del cielo con tibieza. Vamos por una pista de tierra con socavones hacia el observatorio y centro de visitantes "José Antonio Valverde" que lleva el nombre de uno de los padres de Doñana "Tono" para los amigos. Doñana se nos nuestra blanca, limpia, con un horizonte inabarcable, bajo las nubes sombrías que prometen agua. Gaviotas, cigüeñas, otro elanio azul, una bandada de grullas nos deleita ya, al otro lado del cristal del centro de visitantes. Al fondo con los prismáticos vemos decenas de ansares. Unos cuantos vuelan. Espátulas, flamencos se divisan, y patos reales, y las majestuosas grullas reales. Doñana nos nuestra en plenitud parte de la rica biodiversidad que tiene. Volvemos por otra pista mejor, hacia Villamanrique. Y seguimos avisando pájaros que se levantan del suelo para acompañarnos un rato con sus magníficas acrobacias aéreas. Que gozada, la de esta mañana blanca en Doñana! Luego acabamos en una de esas ventas que se concentran cerca del cruce de la Dehesa de Abajo y la carretera hacia Aznalcazar, donde sirven unos arroces con pato, y con perdiz, que harían las delicias de Sancho, y que lo hicieron con nosotros, después del disfrute emocional por los arrozales y por las Marismas de Doñana.